Argentina pierde competitividad frente a sus principales socios comerciales

Cada vez más argentinos viajan al exterior este año. Así lo vemos en la frontera con Chile, repleta de autos argentinos que traen ropa y electrodomésticos. También en Brasil convirtiéndose en uno de los lugares más elegidos para vacacionar este verano, con precios de comida y hospedaje relativamente más convenientes a cualquier destino turístico nacional.

Argentina ya es un país caro en dólares. Sin embargo, el atractivo de viajar al exterior más barato oculta problemas con graves efectos estructurales: menor competitividad local, menor actividad, menor producción nacional y mayor desempleo.

Durante el año, la política macroeconómica del gobierno llevó a una creciente apreciación cambiaria, con devaluaciones mensuales (crawling peg del 2%) por debajo de los niveles de inflación. El valor real del peso ya alcanzó los niveles previos a la devaluación de diciembre de año pasado. Si comparamos el peso con el real brasilero, la situación es peor: nos encontramos en niveles previos a la crisis argentina de 2001
(cuando todavía estábamos en el 1 a 1).

Esta decisión de política cambiaria tiene consecuencias sobre la producción local: crecientes costos en dólares, mayor amenaza de competir frente a productos importados y dificultades crecientes para colocar excedentes de productos en el exterior y abrir nuevos mercados de exportación en un contexto del 50% de capacidad ociosa.

Una realidad que, si bien afecta a todos los sectores productivos, genera mayores perjuicios en la industria nacional; debido a que esta última no posee ventajas naturales y que se encuentra expuesta a mayor competencia de productos asiáticos a precios de competencia desleal, con producción realizada en países que carecen de regulaciones laborales, ambientales y sociales, y tienen una menor carga tributaria
asociada.

Esto se agrava si vemos que Brasil transita el rumbo opuesto y lo mismo se perfila para China, nuestros dos principales socios comerciales.

En el caso de Brasil, se observa una depreciación del real (devaluación del 20% en lo que va del año, con una inflación anual en torno al 4,7%). Esta decisión se alinea con la intención del gobierno de ganar competitividad, reindustrializar al país y abrir nuevos mercados de exportación, en un contexto mundial de transición ecológica y regreso de la política industrial. El esquema cambiario es una medida más de un conjunto de políticas tales como USD 60.000 millones de crédito para el fomento de la industria nacional a cargo del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) y atracción de inversiones industriales con generación de empleo local en el marco de la transición energética (autos eléctricos, semiconductores, energías renovables, entre otros).

Por su parte, el triunfo de Trump pone en jaque a China y exacerba el ya creciente conflicto comercial; con riesgo de devaluación del yuan frente a las medidas de recuperación del trabajo y la producción en occidente y las mayores limitantes que impondría EE.UU. al ingreso de productos chinos.

La pérdida de competitividad precio por tipo de cambio se suma a una falta de competitividad sistémica que arrastra hace años la economía argentina. Si bien estos problemas fueron identificados y reconocidos durante la campaña electoral, la demora de la puesta en marcha de medidas estructurales que resuelvan, de una vez por todas, el alto costo que tiene producir en Argentina complica aún más el panorama:
excesiva carga tributaria (sobre todo en eslabones integrados y con mayor presencia federal), falta de infraestructura y altos costos logísticos, alto costo de litigiosidad laboral, falta de acceso al financiamiento productivo, aumento reciente de tarifas eléctricas y baja inversión en investigación y desarrollo. Todos estos factores nada tienen que ver con la eficiencia intra fabrica, sino que son obstáculos del entorno
económico y las reglas de juego bajo las cuales se desenvuelve la producción.

Dicho esto, no se debe menospreciar el costo para la producción local que tiene sostener una Argentina cara en dólares. Tal como lo hace el mundo, debemos cuidar el trabajo puertas adentro, sobre todo teniendo presente que ya partimos de una delicada situación social con más de la mitad de la población pobre, déficit de empleo de calidad y creciente desempleo. Lograr crecer con un tipo de cambio alineado a la producción es una forma de garantizar que se trate de un proceso sostenido y más inclusivo.